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NO HAY MÁS VALOR QUE EL DE UN PENDEJO

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Así me lo dijo un fortachón, tres años mayor que yo, diez pulgadas más alto y cuarenta libras más pesado. Éramos estudiantes (seminaristas) y en un juego de básquet me dio un violento empujón y yo, con todo el coraje y valor de mis 15 años, le devolví el empujón (aunque no lo moví) y me le puse al tú por tú reclamándole. El tipo me vio como con lástima y me dijo lo que nunca he olvidado. “No hay más valor que el de un pendejo”… No hubo pleito. ¡Se salvó!… digo, se salvó de que lo castigaran o lo corrieran del seminario por haberme dado una buena golpiza, o una mala madriza, porque las probabilidades de que yo lo golpeara eran muy remotas… aunque todo podía suceder, se dan casos, aunque sean escasos.

¿Que no? ¿Y luego David que le madrugó a Goliat? Tratándose de peleas no hay enemigo pequeño, ni poderoso invencible. Pero, ciertamente, se necesita estar menso para ponerse con Sansón a las patadas, por ejemplo, cuando se puede evitar… llegando  a un acuerdo dialogando, o corriendo, escapando, por ejemplo. La historia ha confirmado que a la larga, la mejor opción es no pelear, y las victorias que han traído paz duradera son las que se ganan en la mesa de diálogo y no dejando tiradero de muertos en el campo de batalla. Según dijo Ucrania hace un par de semana, cada día morían 200 soldados ucranianos… podemos imaginar que otros tantos rusos morirían también.  

Hay un poema de Rubén Darío, muy conocido y declamado, que se llama Los motivos del lobo, si no lo conoces, deberías conocerlo. 

Esta vez faltó un Francisco que platicara con el oso de Siberia, como Francisco de Asís habló con el lobo de Gubia… A veces los animales son más entendidos que los llamados racionales. De seguro que el oso, como el lobo, tendría sus motivos para estar molesto, un paciente Francisco pudo llegar a un acuerdo con el oso, pero no. 

Estamos muy acostumbrados a los pleitos, desde niños en la televisión, en las películas, en la vida, hasta en la casa y en la escuela vemos pleitos casi a diario y crecemos con la creencia de que los problemas se solucionan peleando, que pelear es una forma de demostrar valor y que es de cobardes rehuirle a la pelea.

La verdad es que no siempre es valiente el que pelea. Recuerda el dicho “El valiente vive  hasta que el cobarde quiere”

No es valiente el que pelea, no se demuestra el valor peleando, por más que eso creamos casi todos. Incluso hay quienes llegan al extremo de tachar de cobardes a los pacifistas… a los que entendemos que la guerra no es la solución. En una guerra habrá n ganador y un perdedor, pero la realidad es que muchos son los que salen perdiendo, hasta los ganadores. Las dos guerras mundiales dejaron muy pocos ganadores, (tal vez a los vendedores de armas) y si dejaron, aparte de millones de muertos, serios daños mentales a todos los humanos que crecieron y crecimos con miedo; unos con deseo de venganza, otros con temor a las venganzas, pero todos con la certeza de que la convivencia pacífica entre los humanos es algo muy frágil. A pesar de que todo el mundo sale perdiendo en cada guerra aunque no sea mundial, porque cualquier guerra daña a la humanidad, seguimos armando guerras.   De la misma manera que Caín no mató sólo a su hermano, sino que mató las esperanzas de una convivencia pacífica entre hermanos y abrió la puerta al odio y a los pleitos, las guerras sólo van abriendo el camino que lleve a la destrucción de la humanidad y todos somos culpables, los que apoyan las guerras y los que no demostramos con más urgencia nuestro rechazo a las guerras, apoyando soluciones pacíficas y más racionales a la convivencia entre humanos. Si hay diferencias, si hay problemas, la solución debe ser el diálogo racional, no la violencia irracional.

Si te crees muy valiente porque te gusta la guerra, permíteme decirte algo que aprendí hace muchos años: “No hay más valor que el de un pendejo”   

Salud y saludos

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