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ESPECIAL SEMANA SANTA: AYUNAR PARA ALIMENTAR LA ESPIRITUALIDAD

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Reflexionar, hacer un alto en el camino y observar nuestro desarrollo personal, reencontrarse con uno mismo y los demás, practicar el perdón y el amor, la tolerancia, la paz y la generosidad son actitudes y conceptos que se recomienda tener presentes, compartir y cultivar, durante la Semana Santa, y que están más próximos al verdadero significado espiritual y religioso de esta festividad.

El ayuno de Semana Santa puede ser un aliado de esta corriente de pensamientos y sentimientos espirituales, ya que además de sus efectos nutricionales en la salud, produce un efecto mental, favorecedor de la introspección y la meditación, al propiciar en una serie de impactos bioquímicos en nuestro cerebro, según el Instituto Médico Europeo de la Obesidad (IMEO).    

Consultada sobre ¿de qué manera el ayuno afecta a nuestro cerebro y nos ayuda a conseguir un estado de mejor introspección en estos días de fervor religioso y festivo?, Ángela Fernández, psicóloga del IMEO (https://imeoobesidad.com), hace referencia a “la visión holística del ser humano”.

UNA PERSONA, CUATRO CUERPOS.

Según la doctrina del holismo, las personas somos “un todo” distinto de la suma de los elementos que nos componen. “Somos un todo compuesto por un cuerpo físico, uno emocional, uno intelectual y uno espiritual”, que funcionan en conjunto, como un sistema integrado, de acuerdo a Fernández.

Según Fernández, la comida afecta enormemente nuestra manera de comportarnos, del mismo modo que ciertos comportamientos requerirán el consumo de determinadas comidas.

“Por lo tanto, si logramos efectuar cambios en nuestra manera de comer, provocaremos cambios en nuestra manera de ser y estar”, enfatiza.

AYUNO Y CAMBIOS CEREBRALES.

Señala que uno de los cambios más importantes que se observan durante el ayuno, es una mayor capacidad para concentrarnos, derivada del aumento de la producción de la hormona orexina en la región cerebral del hipotálamo, la cual suma su acción a la de otras sustancias neurotransmisoras como la noradrenalina. 

“También se ha visto que al ayunar, aumenta la neuroplasticidad, es decir, la capacidad del cerebro para recuperarse y adaptarse a nuevas situaciones”, añade Escalada.

Este fenómeno, que se debe a la necesidad del cerebro de buscar fuentes de energía diferentes de las habituales, es fundamental porque es lo que mejora el aprendizaje y la capacidad memorística, según esta nutricionista.

Además, “pasar bastantes horas sin comer y reducir la copiosidad de cada toma de comida, favorece la producción de una proteína conocida como Factor Neurotrófico derivado del Cerebro (BDNF) cuyos niveles bajos mantenidos en el tiempo han sido relacionados con el desarrollo de enfermedades como la depresión y el Alzheimer”, según puntualiza.

Escalada añade que asimismo el ayuno activa el sistema nervioso simpático, inactivándose al mismo tiempo el parasimpático. Esto hace que no se produzcan picos de insulina y, que con ello, se reduzca la ansiedad por comer alimentos dulces ultraprocesados.

Añade que el consumo abusivo y reiterado de alimentos ricos en azúcares sencillos, harinas refinadas, grasas saturadas o trans y sal, presentes en los productos ultraprocesados, la pastelería industrial, las galletas y los dulces,  afectan notablemente nuestro estado emocional.

EVITAR LOS ULTRAPROCESADOS.

Esos componentes alimenticios favorecen un proceso inflamatorio, que ha sido vinculado con el desarrollo de la depresión, y también actúan sobre estructuras cerebrales relacionadas con el placer, generando adicción, según Escalada. 

“Para alcanzar la sensación de calma, estabilidad y autocontrol necesarios para el crecimiento personal y espiritual es esencial reducir al máximo el consumo de estos alimentos”, advierte.

Para el periodo de reflexión, que se abre en Semana Santa, la psicóloga Ángela Fernández recomienda evitar compararnos con los demás, “un hábito mental que produce mucho dolor” y del que “la mayoría de las veces ni siquiera somos conscientes”.

Se refiere a “la comparativa constante entre, cómo me siento yo y cómo están los demás, cómo estoy yo y cómo se comportan los demás”.

Según Fernández, necesitamos “entender que cada personas tiene su propio proceso, que es único y no es comparable al de otras”.

En ese sentido, los ejercicios de introspección, que podemos realizar en Semana Santa,  nos ayudarán a reconocer nuestras emociones y desbloquear nuestro límites, señala.

“Así nos daremos cuenta que todo depende de nuestros propios logros, que son tan únicos como personales. De esa comprensión surge el verdadero crecimiento espiritual”, concluye.

Ricardo Segura / EFE Reportajes

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