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CELOS… ¿SE NACE CON ELLOS O SE APRENDEN?

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Los expertos del comportamiento humano son consultados con mucha frecuencia para resolver el problema de los celos, que afecta de manera grave una relación de pareja para un gran número de personas, por no decir a la totalidad de la población.

Los celos son un conjunto de sentimientos displacenteros mal definidos. Son una mezcla de miedo, inseguridad, rabia, tristeza, resentimiento, todos éstos de características negativas porque hacen sufrir tanto al celoso como a los objetos de esta pasión. Esta constelación emocional se produce como respuesta a la idea del engaño del cual es víctima un sujeto por las conductas sexuales de su pareja, que pueden ser reales o imaginarias.

Una de las grandes incógnitas de este problema es si esta circunstancia es de origen genético. Es decir, ¿nace con la persona? ¿O bien es el resultado de un aprendizaje que se ha dado en un determinado medio cultural? Otra pregunta que surge es si los celos pueden considerarse como una reacción natural (léase: normal) o son, por el contrario, una manifestación patológica de quien los padece.

A nuestro entender, cualquier tipo de expresión celosa, está condicionada por la influencia del aprendizaje cultural. Si creemos en la antropología evolucionista tenemos que aceptar que durante la época más primitiva de la humanidad, es decir, el salvajismo -cuando se convivía en grupos-, la sexualidad se ejercía de manera comunal e indiscriminada entre hombres y mujeres, sin que esta promiscuidad despertara sentimientos o situaciones de rivalidad o agresividad. En este período la descendencia se daba por la línea materna, lo que permitió el matriarcado en esta etapa de la historia.

Gracias al desarrollo cultural, social e incluso económico el salvajismo fue superado por la barbarie, durante la cual la promiscuidad primitiva fue reemplazada por formas de unión donde se excluyeron las relaciones consanguíneas, dando origen al tabú del incesto, y se dio paso a la monogamia para la mujer, aunque al hombre se le permitía (la poliginia).

Más tarde, en la etapa de la civilización, en Occidente se abolió la posibilidad de la poligamia masculina para desembocar en la monogamia exclusivista. Dentro de ella se han desarrollado las sociedades occidentales en los últimos siglos como resultado de la influencia de la cultura judeo-cristiana.

Esta última transformación, que ya tiene antecedentes en la familia patriarcal greco-romana, obliga a la fidelidad inicialmente femenina, y más tarde a la masculina, cuya ruptura -como ya dijimos, real o imaginaria- origina los celos.

Tanto los celos normales como los patológicos hacen daño a cada uno de los miembros de la pareja ya que generan, entre otras cosas, situaciones de sufrimiento y en más de una ocasión son causantes de tragedias pasionales, que han quedado descritas en las obras clásicas de la literatura universal o en las páginas rojas de los periódicos.

¿Son normales o patológicos? o ¿cuándo son lo uno o lo otro? Es de común aceptación que los celos serían connaturales con el amor. Más aún, algo así como su consecuencia lógica, al punto que muchas personas -especialmente mujeres-, por recomendación de “amigas expertas”, intentan despertar los celos en su pareja con el fin de resolver algunos conflictos conyugales, o en ocasiones poner un poco más de atractivo a la relación amorosa siguiendo el viejo aserto de que “quien no cela, no ama”.

¡ALTO A LOS CELOS!

Sin embargo, existen casos de celos evidentemente patológicos que hacen parte de los trastornos mentales llamados celotipia o delirio pasional, que se basan en intuiciones o suposiciones del enfermo. Éstos pueden llevar a situaciones de violencia, que solamente se resuelven mediante tratamientos psiquiátricos, y generalmente terminan con la separación de la pareja, con lo cual se evita el desenlace trágico.

En la actualidad, probablemente los celos sean parte integral de toda pareja, sobre todo en nuestra cultura latina, que por ser considerablemente pasional se deja guiar mucho por el instinto, sin embargo, amigo(a) lector(a), por muy pasional que usted diga ser, no permita que sus celos se le vuelvan enfermizos, porque eso, le aseguramos, terminará no solo con el amor, sino inclusive con su matrimonio.  ¡¡Así que… Controle esos celos!!

Borre de su cabeza ese dicho “quien no cela no me ama”, ¡puras tonterías!… sé segura/o de lo que vales, eso es lo que importa.

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