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El Hada del Verano

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(Una leyenda urbana Europea)

  Fue una bruja de espíritu curioso e irreverente quien encontró escondida en el bosque una cabaña cerrada por cinco siglos. La leyenda decía que el sitio albergaba la biblioteca de un mago hijo de la luz y el trueno, y que poseía secretos peligrosos. 

  Dentro de la cabaña había montañas de polvo sobre objetos olvidados. Entre papiros y libros resaltaban unos protegidos en cristales. Adentro halló la bruja el ritual para conocer al hada del verano.

  El viejo papiro describía al hada como una joven vigorosa de talle delgado y muy ágil, de orejas puntiagudas y ojos color ocre, igual que como si las hojas secas si fueran de metal. Tenía la joven una larga cabellera amarilla, casi blanca, del color de los rayos del sol. Era el hada favorita del astro rey.

  La descripción incluía algunos rasgos de carácter del hada misteriosa. Decía que acompañaba al sol en su andar por la tierra, guiando los rayos, alimentándose de ellos. Por eso moraba en desiertos y zonas áridas. Decía igualmente el texto que al hada le estaba prohibido hablar con los humanos, y viceversa. Algo que al hada le contrariaba mucho.

 Una prohibición no iba a detener a la bruja, que tenía la suficiente osadía que tienen los curiosos para intentar cualquier cosa. Pero el ritual no podía realizarse ni cualquier día ni en cualquier lugar.  Era necesario un páramo seco en lo alto de la montaña y el sol de la madrugada del día de San Juan, justo el inicio del verano, cuando el hada bajaría a la tierra por vez primera en el año.

 La noche previa un grupo de brujas subió a la montaña, agazapadas en las sombras de la luna nueva. Iban en fila todas, menos una obesa que de a poco se quedaba atrás. 

  Allí donde el viento era seco, donde sólo crecían yerbas y pastos duros, las brujas hicieron un círculo abierto hacia el Este. Siguiendo las instrucciones del mago de la luz, pusieron al centro del círculo abierto una ofrenda de frutos. Y limpiaron el lugar para su aquelarre.

  Vieron irse la noche mirando el cielo. Con el primer rayo de luz en el horizonte, conjuraron en voz alta las palabras prohibidas, siendo el fuego su mudo testigo. Entonces se materializó en el aire una figura cuyo cuerpo parecía de cristal, tenía las rodillas en el piso y rezaba hacia el Este. Estaba guiando a la luz.

  Luego los rayos de sol pegaron directo sobre el valle, sobre el hada, que los concentraba, haciéndose cada vez más brillante. Una luz tan blanca que lastimaba los ojos de las brujas, y sólo una de ellas, la curiosa, alcanzó a notar que la hermosa adolescente negaba con la cabeza y dejaba escurrir una lágrima.

   Cuando el hada abrió los ojos, las brujas perdieron los suyos, cegadas por la luz. Con algo de pena en la voz, como si fuera culpa suya, el hada dijo:

-No debieron retar a la naturaleza. Es por algo que me fue prohibido hablar con ustedes. Lo siento.

  Puede que alguna bruja haya escuchado, puede que ninguna lo hiciera, perdiendo el alma antes que llegaran a los oídos las dulces palabras del hada. Para entonces los rayos de sol, la furia del astro rey, las había vuelto carbón y estaba por dejarlas en cenizas. 

  Allí donde murieron las brujas no volvió a crecer la yerba. Murieron todas, menos la gordita que llegó retrasada, que sobrevivió para contar esta historia, que se convirtió en leyenda…

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